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Entrevista con Yumiko Yoshioka

Yumiko Yosioka pertenece a la la tercera generación de artistas de butoh. Foto Elena Gimeno Yumiko Yosioka pertenece a la la tercera generación de artistas de butoh. Foto Elena Gimeno

Bailar para mejorar este mundo

El butoh es un tipo de danza especial que nació en Japón como respuesta creativa a las terribles consecuencias de la guerra y las bombas atómicas. Hoy sigue siendo un canal de expresión, pero también, en cierta forma, es una forma de rebelarse contra lo establecido.

 

Así lo cree Yumiko Yoshioka, bailarina, coreógrafa, profesora de danza y precursora de lo que ella denomina ‘resonancia del cuerpo’. Encargada de poner en escena el espectáculo ‘100 años de luz soledad” también ha impartido en este certamen un taller de danza, donde a través de movimientos, pero también de imágenes, ha tratado de inculcar a los alumnos lo importante que es dejar fuera las tensiones para conectar con nuestra memoria ancestral, una forma de mejorarnos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea.

¿Cómo se ha sentido en Soria? ¿Cree que el público ha entendido este tipo de danza?
Me he sentido muy bien. Pensaba que no era fácil conectar con el público soriano, no acostumbrado a este tipo de danza, pero ha sido muy entusiasta y receptivo. Me ha sorprendido por su reacción positiva.

 ¿En qué consiste la resonancia del cuerpo, concepto que maneja en el taller que imparte?
El butoh es un tipo de movimiento orgánico, pero si ayudamos con imágenes, como de agua, aire puro, podemos transformarnos más fácilmente y conectar con nuestra memoria, dejando fuera el estrés y todos los obstáculos que nos impiden captar las vibraciones a través de nuestro cuerpo. Se trata de una conexión con nosotros mismos y con los demás que nos sirve para la vida.

El butoh surge como una respuesta creativa al horror de la guerra. Hoy en día el contexto social y político es diferente, ¿en qué sentido el butoh hoy es también contestatario?
Hoy no vivimos una guerra, pero hay otras muchas agresiones, sobre todo a la naturaleza. Un ejemplo reciente sería Fukushima. La energía nuclear es un símbolo del consumismo exacerbado, de arrogancia y de ignorancia por parte del hombre. El butoh no cambia la situación, pero sí cambia nuestro punto de vista, nos ayuda a apreciar lo que somos y nuestra conexión con la naturaleza. El arte también es una forma de luchar contra lo establecido, contra el sistema que no funciona. 

En el año 73 presentó la primera performance de butoh en Europa: Le derniere Eden. Hoy, con 65 años, presenta ‘100 años de luz soledad’, inspirado en la novela de García Márquez ¿cómo resume su evolución como artista?
En un principio yo seguía las coreografías de manera muy disciplinada, como hacemos todo en Japón. Después de tantos años, de viajar, de crecer como artista, hoy me baso más en la improvisación con estructura, me siento más libre para crear en mis espectáculos. Y ahora, a mi edad, ¡trabajo más que nunca! 

Existir en soledad, ¿es nuestro trágico destino?
La soledad es un concepto muy interesante desde el punto de vista artístico. Es algo muy profundo y que, contrariamente a lo que puede pensarse, es un elemento común de las personas. El aislamiento social, al que siempre tememos, no tiene nada que ver con la soledad que está en nuestra raíz, como en esa criatura del espectáculo inspirada en los personajes arquetipos de ‘100 años de soledad’, bizarros, extraños y alejados a años luz de otros. 

Silvia Garrote

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